jueves, 31 de marzo de 2016

FIGURAS LITERARIAS

Al nacer, la gota todavía no sabe que dentro de dos segundos morirá aplastada contra la pila del fregadero. Ilusionada, se desliza por la última curva de la cañería y se asoma a la desembocadura del grifo. La luz de los fluorescentes la deslumbra. Se siente como la viajera del tren que, después de mantener concentrada la mirada en un largo túnel, sale finalmente a cielo abierto. Con curiosidad, se detiene en el extremo metálico del grifo. La inercia hace que se tambalee y que, tras un leve balanceo, caiga al vacío. Durante los primeros milímetros de esa trayectoria –iniciada con más esperanza que convicción-, la invade una sensación de vértigo. Volar la estimula tanto como pasar desapercibida.

Tirana de todos los que la rodean. Es capaz de sentarse encima de tu corazón y ver cómo te mueres durante un año sin que se le cierre esa sonrisa fría que lleva en su maldita cara. ¡Limpia, limpia ese vidriado!

 Sangre en las manos tengo de fregarlo todo.

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